Conmemoramos el Día del Libro con una Semana Cultural. Trabajamos con los poemas de Antonio Machado que hemos dejado en la entrada anterior y hacemos los Vasitos de Lectura posteriormente. Cada alumno deja en un vaso una pequeña lectura de uno de los poemas trabajados, los infantiles dejas dibujos. Hemos decorado el hall con un mural y con trabajos realizados por el alumnado. Cada alumno/a mayor ha apadrinado a uno o varios compañeros/as más pequeños y el día del libro les han leído un cuento. También hemos montado una Feria del Libro en la biblioteca para que todo el que lo desee celebre esta semana comprando algún libro.
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Antonio Machado de niño, representado por su abuela Cipriana Álvarez Durán. |
Antonio Machado nació en Sevilla el 26 de julio de 1875. Sus padres eran D. Antonio Machado Álvarez, un conocido folclorista y D. ª Cipriana Ruiz. A los 8 años se traslada a Madrid con su familia.
Antonio Machado tuvo que interrumpir sus estudios de Bachillerato debido a la mala situación económica de la familia. En 1893 publicó sus primeros escritos en prosa, mientras que sus primeros poemas aparecieron en 1901. Viajó a París en 1899, ciudad que volvió a visitar en 1902, año en el que conoció a Rubén Darío, del que será gran amigo durante toda su vida. |
Leonor Izquierdo |
En Madrid, por esas mismas fechas conoció a Unamuno, Valle-Inclán, Juan
Ramón Jiménez y otros destacados escritores con los que mantuvo una estrecha
amistad.
Fue catedrático de francés, y se casó con Leonor Izquierdo, 18
años más joven que él. Trágicamente Leonor murió de una enfermedad en 1912,
dejando a Antonio sumido en la tristeza.
En 1927 fue elegido miembro de la Real Academia Española de la Lengua.
Durante los años veinte y treinta escribió teatro en compañía de su
hermano, también poeta, Manuel, estrenando varias obras entre las que
destacan La Lola se va a los puertos, de 1929, y La duquesa de Benamejí,
de 1931.
Cuando estalló la Guerra Civil española estaba en Madrid.
Posteriormente se trasladó a Valencia y Barcelona y en enero de 1939 se
exilió junto con su madre al pueblo francés de Colliure, donde murió el 22
de febrero. Muriendo su propia madre al día siguiente.
Antonio Machado |
Era un niño que soñaba
un caballo de cartón.
Abrió los ojos el niño
y el caballito no vio.
Con un caballito blanco
el niño volvió a soñar;
y por la crin lo cogía...
¡Ahora no te escaparás!
Apenas lo hubo cogido,
el niño se despertó.
Tenía el puño cerrado.
¡El caballito voló!
Quedóse el niño muy serio
pensando que no es verdad
un caballito soñado.
Y ya no volvió a soñar.
Pero el niño se hizo mozo
y el mozo tuvo un amor,
y a su amada le decía:
¿Tú eres de verdad o no?
Cuando el mozo se hizo viejo
pensaba: Todo es soñar,
el caballito soñado
y el caballo de verdad.
Y cuando vino la muerte,
el viejo a su corazón
preguntaba: ¿Tú eres sueño?
¡Quién sabe si despertó!
PEGASOS, LINDOS PEGASOS
Pegasos, lindos pegasos,
caballitos de madera…
caballitos de madera…
Yo conocí siendo niño,
la alegría de dar vueltas
sobre un corcel colorado,
en una noche de fiesta.
la alegría de dar vueltas
sobre un corcel colorado,
en una noche de fiesta.
En el aire polvoriento
chispeaban las candelas,
y la noche azul ardía
toda sembrada de estrellas.
chispeaban las candelas,
y la noche azul ardía
toda sembrada de estrellas.
¡Alegrías infantiles
que cuestan una moneda
de cobre, lindos pegasos,
caballitos de madera!
que cuestan una moneda
de cobre, lindos pegasos,
caballitos de madera!
Vosotras, las familiares,
inevitables golosas,
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.
¡Oh, viejas moscas voraces
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!
¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!
Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas,
perseguidas
por amor de lo que vuela,
—que todo es volar—, sonoras
rebotando en los cristales
en los días otoñales...
Moscas de todas las horas,
de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada,
de siempre... Moscas vulgares,
que de puro familiares
no tendréis digno cantor:
yo sé que os habéis posado
sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.
Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.
Soñé que tú me llevabas
Soñé que tú me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde,
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules,
una mañana serena.
Sentí tu mano en la mía,
tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva,
como una campana virgen
de un alba de primavera.
¡Eran tu voz y tu mano,
en sueños, tan verdaderas!...
Vive, esperanza, ¡quién sabe
lo que se traga la tierra!
La plaza tiene una torre,
la torre tiene un balcón,
el balcón tiene una dama,
la dama una blanca flor.
Ha pasado un caballero
-¡quién sabe por qué pasó!-
y se ha llevado la plaza,
con su torre y su balcón,
con su balcón y su dama
su dama y su blanca flor.